El Enervante Olor del Mal Agüero

La semana pasada apareció en el "Asian Times", diario publicado en INTERNET, un revelador artículo escrito por Jack Crooks, un reputado especialista en el comercio de acciones, "commodities" y monedas, que intentaba describir el panorama financiero mundial, discutir las principales fuerzas en acción, y las probables consecuencias futuras que se derivan de las mismas. Cuando, con denotado empeño y gran esfuerzo, intentaba, el autor, entender las misteriosas determinaciones que regían los flujos financieros, solo vino a su mente una palabra: ominoso, espantoso, de mal agüero. El título del ensayo en cuestión "Ominous: The US deficit vs the dollar" expresa bastante bien este sentimiento y da una idea clara de las principales conclusiones. Pero, ¿cuáles fueron las razones precisas que sugirieron tanto dramatismo? Sin duda, la aplastadora evidencia estadística. Cada día, Estados Unidos obtiene del resto del mundo 4 billones de dólares; la mitad de esta cifra financia las invesiones de sus ciudadanos en el exterior y la otra mitad su déficit en cuenta corriente. Aunque el monumental desequilibrio no tiene precedente histórico no existe tampoco nada en el futuro inmediato que indique una reversión suave a una situación mas normal. Por el contrario, se extiende entre los economistas y los entendidos en materias internacionales, la opinión que la situación puede, por varias razones, empeorar: la guerra de Irak y los costos de la ocupación, el incremento en el costo del petróleo, el enfriamiento de la economía mundial, el incremento en las tasas de interés internacional, y, finalmente, el desmedido crecimiento del consumo y de las importaciones. Ante este panorama que sugiere las más inquietantes posibilidades, ¿cabe anticipar algo con un grado razonable de incertidumbre o es, acaso, la oportunidad para imaginar los más asombrosos desarrollos?

Cuando, por virtud del azar, se configuran coyunturas amorfas y complejas, es indispensable definir algún procedimiento de orientación que nos permita descartar resultados, definir los escenarios más probables, y, finalmente tomar las decisiones más acertadas. Para el logro de este propósito, es útil la búsqueda, en la historia, de alguna situación similar, es decir, el estudio de algún episodio semejante. La última crisis del dólar, por ejemplo, determinó una caída de 42 por ciento en su cotización internacional y fue precedida por la siguiente secuencia de eventos: un largo período de expansión económica en los años 60s, la guerra de Vietnam, fuertes desequilibrios fiscales, incremento en los precios de la materia prima y, finalmente, alza en la tasa de interés. Aunque el panorama actual es similar, el desbalance a corregir es mayor ahora que ese entonces ya que la magnitud de desequilibrio externo es sustancialmente mayor y el crecimiento de la economía mundial se concentra, en lo fundamental, en China y los Estados Unidos. En efecto, para corregir el desequilibrio actual, podría ser requerido un descenso de 84 por ciento en el valor del dólar. Pero, ¿podría caer, sin consecuencia aparente, el valor de la única moneda aceptada en todo el mundo? Si China mantuviera su política camina, este camino podría involucrar un tipo de cambio de dos dólares para el euro y similar porcentaje de apreciación en el yen. ¿Acaso, son estas reflexiones la que, finalmente, explican por qué el gobierno americano, con insistencia, presiona a China para que revalúe su moneda? ¿Permitirían estas presiones una solución efectiva del problema?

En realidad, solo un cambio importante en la orientación de la política fiscal y monetaria de los Estados Unidos puede solucionar el problema, ya que el mismo no es sino la consecuencia inevitable de las mismas. La cantidad de liquidez creada por el Sistema de Reserva federal para prevenir la deflación de sus mercados de valores, prevenir la reducción en la riqueza de los ciudadanos americanos, tiene en la historia poco precedente. Las reservas internacionales de los bancos asiaticos totalizan hoy 3,3 trillones de dólares, es decir, duplican el total del año 2002, y, en toda Asia y USA, está en curso una enorme burbuja especulativa que afecta el precio de la propiedad inmobiliaria. ¿Producirán, las elecciones americanas, estos cambios, o sólo cabe esperar que algún incidente, afecte la confianza de los inversionistas, para desatar un movimiento violento y sin control? Nadie, efectivamente, puede saberlo con certidumbre.

Para terminar, ¿no sería prudente aquí en el Perú, ahora que conocemos que pueden anticiparse cambios más o menos drásticos en la coyuntura mundial, preparar planes que nos permitan enfrentar el temporal?