China, el precio del Yuan y los textiles.

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Fred Bergsten, prestigiosa figura del mundo financiero internacional, publicó, a principios de este año, discutidos ensayos para explicar cuáles, según su autorizada e influyente opinión, eran los principales problemas de la economía mundial y proponer un plan inmediato de acción a fin de solucionarlos. Aunque Fred Bergsten es una persona conocida en Washington, es probable que no ocurra lo mismo es estas extremas tierras y, por esta razón, considero prudente, proporcionar alguna información sobre esta sobresaliente personalidad ya que sólo así es posible apreciar la importancia política de sus propuestas y opiniones.

Ha sido, C. Fred Bergsten, desde su creación en 1981, el director del Instituto de Economía Internacional (IIE), es decir, de uno de los centros de investigación de mayor influencia en el diseño de la política económica internacional de Estados Unidos. Esta institución, por ejemplo, concibió los planes de reforma estructural que los gobiernos de América Latina ejecutaron en los años 90s, y, por esta razón, tuvo un papel protagónica en la formación del ahora discutido “Consenso de Washington”. También, el señor Bergsten, es el presidente del “Shadow G-8”, que asesora a los ministros de economía de los países que integran el exclusivo G-8 para definir políticas económicas globales y determinar el curso de la economía de la Tierra.

Con esta aclaración hecha, podemos retornar al tema principal e intentar explicar la singular de acción propuesto por el señor Bergsten. Según este investigador estadounidense, la economía mundial, esta amenazada por las operaciones de intervención en el mercado cambiario que China, Japón y otras economías asiáticas masivamente ha ejecutado en los últimos tres años pues éstas han impedido un ajuste ordenado de la cotización del dólar en el mercado mundial. Estas intervenciones, en opinión del influyente investigador, violan el artículo del Fondo Monetario Internacional, que prohíbe a sus miembros manipular las tasas de cambio a fin de evitar un ajuste efectivo en la balanza de pagos. Recomienda, por esta razón, a Estados Unidos y las naciones de Europa, enviar misiones del FMI a estos países para investigar el problema. Pero como sospecha que ésta recomendación no será efectiva propone también el incremento de las derechos de importación que gravan las importaciones que provienen de estos países y ejecutar operaciones en los mercados de divisas para cancelar el efecto de las políticas asiáticas.

La singular propuesta del señor Bergsten sería sólo una curiosidad, útil para demostrar, cuán obsoleto es el actual orden institucional que regula la economía mundial, sino hubiera sido escuchada y acogida por un grupo de senadores del congreso de los Estados Unidos - 9 demócratas y 5 republicanos—que han introducido la ley 295, que contempla imponer una tarifa de 27,5 por ciento para los productos chinos. Esta ley de ser aprobada podría marcar el fin efectivo de la era de la globalización liderada por los Estos Unidos y el inicio de una nueva fase dominada por las devaluaciones competitivas y la guerra comercial. ¿Será éste el in eludible destino del nuevo orden mundial que emergió después del derrumbe de la Unión Soviética? No lo podemos saber con precisión pero un número creciente de especialistas comienzan a considerar en serio esta posibilidad. En cualquier caso. El tratamiento de Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea al problema suscitado por el fin de las cuotas textiles, hace parecer ingenuo todo encendido optimismo.

El senador por el estado de Nueva York, Charles Schumer, uno de los críticos más encendidos de las políticas cambiarias chinas, argumentó hace algunas semanas, que la subvaluación del yuan, ha hecho a las exportaciones chinas excesivamente baratas en los mercados mundiales. Toma como evidencia el crecimiento de 1,500 por ciento que han experimentado las importaciones de textiles chinos, desde que necio el sistema de cuotas que normaba el comercio mundial de este producto. Schumer en compañía con el senador republicano Graham, propusieron una ley que amenaza a China con una tarifa de 27,5 por ciento sino no decide en un plazo de seis meses apreciar el yuan. Por otro lado, el departamento de Comercio de Estados Unidos, impuso, a principios de esta semana, una salvaguardia a cuatro categorías de confecciones chinas y parece contemplar sanciones adicionales.

La Comunidad Económica Europea parece otorgar al problema textil chino un tratamiento similar. Abrió, en el mes de abril. Una investigación para estudiar el “dumping “de textiles chinos y en mayo, Peter Madelson, un alto oficial de política comercial, sugirió a China hacer esfuerzos para evitar un crecimiento exagerado de las exportaciones chinas, dirigidas hacia las economías que integran este bloque comercial. Esta semana, los países de la Comunidad, anunciaron que le daban a China un plazo perentorio para parar el crecimiento de las exportaciones textiles. De no cumplir, Pekín, se arriesgaría, a nuevas cuotas textiles.

Hasta ahora el gobierno Chino ha resistido estas presiones y críticas a sus políticas económicas pero ha comenzado a otorgar varias concesiones. Con respecto al problema cambiario, el primer ministro Wen Jiabao, declaro que pronto su país tomará la iniciativa para reformar su sistema cambiario pero que resistirá con fuerza cualquier presión extranjera. Ha comenzado esta reforma permitiendo la negociación de ocho monedas en el mercado cambiario de Pekín. Y muchos observadores interpretan este movimiento como el primer paso hacia la revaluación. También, Pekín, ha ofrecido solucionar el problema textil, creando un sistema de impuestos especial para las exportaciones textiles y que pueden elevar el costo de producción de estos artículos hasta en 400 por ciento.

Aunque al Perú le conviene, al menos en el corto plazo, que China aprecie el yuan o que se decida por este sistema que sube los costos de producción de sus textiles , no por ello este episodio comercial deja poner en cuestión la curiosa estructura del sistema internacional construido por Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea. ¿Quién tiene razón este encendido conflicto China o los países industriales? ¿Por qué China es forzada a adoptar políticas que en modo alguno benefician su economía? ¿Defiende, Estados Unidos, el libre Comercio sólo cuando el libre comercio lo beneficia?

Hay, en realidad, en toda esta complicada cuestión dos problemas que conviene separar con los más extremos cuidados si queremos entender los distintos aspectos de esta enrevesada discusión entre China y las principales potencias del mundo occidental. Por un lado, tenemos los problemas de ajuste directamente relacionados con las políticas monetaria y cambiaria china, es decir, toda la discusión sobre el valor del yuan y el efecto global de las operaciones financieras ejecutadas por los gobiernos de China y otras economías asiáticas para evitar una apreciación de sus monedas. De otro lado, tenemos los conflictos comerciales que tienen su origen en el empuje comercial chino. Crucial para esta coyuntura comercial es el efecto de la supresión de las cuotas textiles en todas las economías del mundo y, en especial, en aquellas donde la industria textil posee decisiva importancia.

Aunque existe una natural predisposición a mezclar estos problemas y generar en el proceso una enorme confusión, debemos separarlos si queremos entender los distintos aspectos de este conflicto.

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Cuando en 1995, el gobierno chino, anunció la paridad del yuan con respecto al dólar sería de 8,28, era difícil imaginar, dadas las circunstancias que en ese momento imperaban en el mundo, la importancia de anuncio para la estabilidad del sistema financiero global. No era, efecto, China una potencia económica global y tampoco un miembro pleno de la organización mundial de comercio (OMC). Probablemente, las autoridades chinas buscaban con esta decisión preservar cierta estabilidad monetaria y evitar las dificultades de administración asociadas con un sistema flexible de tasas de cambio. Para mantener la paridad del tipo de cambio, China, como todos los países del mundo, acumuló reservas internacionales, en lo fundamental, títulos de deudas emitidos por el gobierno de los Estados Unidos.

Pero, en estos últimos diez años, el enorme empuje de la economía china ha alterado drásticamente estas condiciones iniciales ya que la descomunal dimensión del gigante asiático tiene en la actualidad un claro y decisivo papel en el funcionamiento de la economía mundial y , por esta razón, se convierte en una pieza crucial para garantizar el éxito de las políticas de coordinación que diseñan, cada año, las principales potencias industriales con el propósito de preservar la estabilidad de la economía mundial. Sin embargo, China, es sistemática excluida de estas instancias de coordinación ya que no es miembro del G8 ni acude a las reuniones anuales que este organismo sostiene todos los años. Pero, tiene lugar esta exclusión en ausencia de un mecanismo institucional internacional que pueda asegurar la consistencia de la política monetaria china con la postulada por las principales economías del mundo. A pesar de que China es miembro del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, no tienen, en realidad, estas instituciones medio alguno para forzar una alteración de las políticas chinas que conserve la consistencia de las políticas de coordinación del exclusivo grupo de los ocho. Parece, en consecuencia, que el ascenso de China al status de potencia global, determina también la necesidad de un ajuste en la arquitectura institucional que regula el sistema financiero internacional.

El problema de fondo es, por esta razón, que el G8 ya no posee el suficiente poder económico para regular el destino de la economía global y, por esta razón, resulta esencial, en el corto plazo, ampliar este organismo para incorporar en el él a las nuevas potencias industriales, y, en el mediano plazo, pensar en nuevo arquitectura institucional que regule la economía global.

Como esta crucial modificación institucional todavía no tiene lugar, no debe extrañarnos que comiencen a manifestarse contradicciones claras entre las políticas económicas ejecutadas por los gobiernos de Asia y las propuestas por el los gobiernos de Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea. Por ejemplo, cuando el gobierno estadounidense decidió depreciar el dólar en los mercados mundiales con el objeto de aumentar la competitividad de sus manufacturas y mitigar su desequilibrio comercial, también aumentó la competitividad de la producción china ya que este país mantiene una paridad fija con respecto al dólar. Produjo, entonces, la política unilateral del gobierno de Estados Unidos, no sólo un crecimiento en sus exportaciones sino también un crecimiento de las exportaciones de China que terminó, en parte, neutralizando el impacto de esta decisión.

También la política monetaria unilateral ejecutada por el gobierno de los Estados Unidos pierde potencia debido a esta contradicción. Cuando , el Banco Central de los Estados Unidos , incrementa , las tasas de interés afecta las tasas de interés de corto plazo y espera que el mercado reaccione incrementando las tasas de interés de largo plazo. Sin embargo, estas no muestran esta tendencia ya que la compra de bonos del tesoro americanos por parte de China, Japón y otros países asiáticas impiden, en parte, un incremento en los tipos de interés de estos instrumentos financiero. Ya que el ajuste no tiene lugar con la fuerza necesaria disminuye la efectividad interna de la política monetaria. Es poco probable que el gobierno estadounidense consiga controlar con éxito la orgía de consumo de las familias americanas, y, en especial, la burbuja hipotecaria en Estados Unidos, sin un incremento en las tasas de interés de largo plazo.

Y, este derroche de desorden provoca también consecuencias imprevistas tanto al interior de Estados Unidos como al interior de China. La escasa sensibilidad de las tasas de internas vuelve rentable complicadas operaciones especulativas con derivados financieros y que se manifiestan, por ejemplo, en una reducción de las primas de riesgo de los títulos de deuda emitidos por los gobiernos de América Latina en los mercados financieros americanos y, sobre todo, permiten extender la extensión de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos. En efecto, la escasa sensibilidad del tipo de interés de largo plazo impide un ajuste hacia abajo en el precio de las casas y genera una efecto que termina aumentando aún más el valor de la propiedad. Este incremento en el valor hace posible incrementar aun más la deuda y, en consecuencia, crea las condiciones económicas para una nueva manía especulativa. En varias zonas de Estados Unidos, hay varios individuos, que aprovechando las peculiares condiciones financieras poseen varias propiedades por lo que la manía parece haber escapado del control de las autoridades financieras en Estados Unidos.

No sólo se manifiestan estos desajustes en Estados Unidos sino también en China. Fluye a este último país una enorme cantidad de capital especulativo que provoca al interior de China un proceso de sobre-inversión en la manufactura, la construcción y la vivienda. El proceso se manifiesta en un incremento descomunal en la tasas de inversión y en un incremento incesante en los precios de la energía y las materias primas no sólo en China sino en el mercado mundial. Así, el efecto se transmite a las economías de los países exportadores de materias primas que experimentan un espectacular incremento en el valor de sus exportaciones y, por esta razón, una reversión en los desequilibrios en sus cuentas externas. Dado que los gobiernos de estos países , acostumbran a usar estos incrementos transitorios en precios para acumular reservas internacionales , es decir, aplican estos recursos también a la compra de bonos emitidos por el gobierno americano, aumentan la potencia de la contradicción inicial entre las políticas de Estados Unidos y las ejecutadas por los gobiernos de Asia.

Es probable que sea este desorden la causa real que explica la enorme presión de los gobiernos occidentales para que China se decida a revaluar su moneda y por qué distinguidos economistas podrían suscribir sin reservas las declaraciones del senador Schumer cuando nos dice que si China no se decide por una política cambiaria más flexible puede poner en peligro la estabilidad de todo el sistema financiero internacional. También, el secretario del tesoro Know, exige a Pekín mayor rapidez, decisión y energía. Sostiene que el régimen de tipo de cambio fijo pone en peligro la salud no sólo de la economía china sino la de sus vecinos. En efecto, al limitar la capacidad de estos para ejecutar políticas más flexibles no permite un ajuste fluido de los desequilibrios que afectan a la economía mundial.

Si bien el gobierno chino parece mostrar cierta sensibilidad ante las presiones occidentales, no parece estar dispuesto a cambiar con la velocidad exigida por el gobierno estadounidense. En marzo, por ejemplo, el primer ministro Wen dijo que su país crearía en el futuro un sistema de tipo de cambio flexible para determinar el valor del yuan pero hasta ahora no observan los gobiernos occidentales un movimiento franco en esta dirección.

Según Morris Goldstein, otro distinguido investigador del Instituto de Economía Internacional, China tiene disponible tres opciones: continuar con sus políticas, introducir inmediatamente un sistema flexible de cambio, y, finalmente, un ajuste gradual del valor del yuan.

Si el gobierno de Pekín optara por la primera opción tendría que enfrentar las acciones de represalia de Estados Unidos. El evidente conflicto tendría un efecto sobre la cuenta de capitales que ante el desarrollo de la situación se volverían bastante inestables . Los especuladores podrían organizar un ataque contra el sistema institución chino apostando por una apreciación del yuan.

Si las autoridades chinas eligieran la segunda alternativa el resultado probable sería una sobrevaluación del yuan y, por esta razón, la disminución drástica de sus exportaciones. Tendría también el cambio un profundo efecto sobre el sistema financiero internacional ya que una rápida apreciación del yuan podría provocar un incremento en la tasa de interés en USA, afectar al sensible mercado hipotecaria, y, reducir el gasto de los consumidores estadounidenses.

Favorece, por esta razón, Goldstein el ajuste gradual en el valor del yuan y sugiere para conseguirlo un plan de dos etapas. En la primera, el gobierno chino revaluaría el yuan en un porcentaje que oscilaría entre 15 y 25 por ciento. En la segunda etapa, se volvería a fijar el valor del yuan a una canasta de monedas ( dólar, euro y yen) pero con una banda amplia de fluctuación.

Aunque el Fondo Monetario Internacional, por razones obvias, no puede intervenir en la polémica parece que favorece introducir mayor flexibilidad en el sistema chino. Piensa que de esta forma, las autoridades de Pekín, podrían ejecutar una política monetaria más autónoma y así obtener una mayor protección contra los distintos eventos que afectan al sistema internacional.

Esta discusión tiene lugar en un momento donde se registran en el mercado chino intensas presiones de los especuladores. En la reunión del Banco de desarrollo de Asia (ADB), el Vice Ministro de Economía Li Young tuvo que advertir al nervioso mercado que la revaluación no era inminente y que todavía no existía un cronograma para pasar al sistema flexible de cambios. Según las autoridades chinas, no tienen su origen en la presión del gobierno de los Estados Unidos sino en su propio mercado interno. Dijo en la reunión que los especuladores chinos compran activos denominados en yuan pues esperan una revaluación de 40 por ciento . Indico el alto oficial chino que esta cifra era imposible y recomendó esperar con paciencia la decisión final de las autoridades.

3

Después de una larga discusión, los países occidentales admitieron el año 2001 a China como miembro de la Organización Mundial de Comercio (OMC) pero al hacerlo establecieron un conjunto bastante específico de condiciones. Entre éstas, había varias que regulaban el comercio de textiles y que permitían a los otros miembros de la OMC imponer “salvaguardias” si lo consideraban oportuno y conveniente para su interés. Estas restricciones pueden tomar la forma de cuotas de emergencia que limiten la tasa de crecimiento de las importaciones de textiles chinos a 7,5 % anual. Sin embargo, este derecho sólo será válido hasta año 2008 ya que después de esta fecha toda cuota que afecte a los productos chinos quedará definitivamente prohibida. Hasta ahora pocos países han utilizado estos mecanismos de protección porque el Acuerdo Multi-Fibras que también permitía establecer cuotas se encontraba en plena vigencia. Pero, cuando éste expiró a principios de este año comenzaron a aparecer los conflictos comerciales no sólo en las economías industriales sino también en aquellas en proceso de desarrollo.

El efecto de la eliminación de las cuotas ha sido drástico tanto en Europa como en Estados Unidos. En los primeros cuatro meses del 2005, según cifras publicadas por la oficina de textiles y confecciones de Estados Unidos, las importaciones de pantalones de algodón con origen en China aumentaron en 1500 por ciento, las importaciones de camisas para mujeres en 1300 por ciento. Incrementos de similar magnitud se observan en otros rubros del comercio textil. Un fenómeno similar se registra en la Comunidad Económica Europea. La reacción de USA y de la CEE, ante este avasallador resultado, ha sido reemplazar las cuotas vencidas del acuerdo Multifibras por las cuotas permitidas por la OMC.

Si las importaciones de textiles de USA mantuvieran el mismo comportamiento del primer trimestre del 2005 podrían totalizar al final del año 91,768 millones de dólares. Este resultado implicaría respecto al 2004 un incremento absoluto estimado en 9,178 millones de de dólares. En este mismo plazo las importaciones que tienen origen en China aumentarían en 7,193 millones de dólares, es decir, este último país explicaría el 85 del aumento proyectado. El incremento combinado de China y la India se estima en 8,228 millones de dólares con lo que los dos gigantes asiáticos podrían explicar el 97 por ciento del crecimiento del incrementado estimado de las importaciones. El cuadro listado a continuación muestra los de detalles de estos estimados:

Importaciones de Textiles de Estados Unidos

2000

2002

2003

2004

2005

China

6527

8744

11609

14558

21752

India

2384

2633

2993

3212

4667

Otros Países

62780

60806

62833

65541

65349

Total

71692

72183

77434

83311

91768

Fuente: Departamento de Comercio de Estados Unidos

Esta proyección demuestra con bastante claridad el problema textil no sólo es un problema bilateral sino que tiene un efecto global. En el 2005, las importaciones de textiles de Estados Unidos podrían tener un crecimiento estimado de 10 por ciento. No por ello todos los socios comerciales de Estados Unidos disfrutarían del inmenso apetito del consumidor americano. En realidad, como podemos verificar sin dificultad, los beneficios de distribuirían de forma bastante desigual. Mientras que el crecimiento de China se estima en 49 por ciento y el de la India en 45 por ciento, el de los restantes socios comerciales de USA sería 0 por ciento. La lista de los principales perjudicados que incluye a Méjico y Canadá es la siguiente: Taiwán, Filipinas, Corea del Sur, Malasia, Australia, Canadá y Méjico. Ello demuestra con claridad que los beneficios de los Tratados de Libre Comercio no son suficientes para neutralizar el enorme empuje competitivo de los gigantes de Asia.

La reimposición de las cuotas obligará a China, en el corto plazo, a un ajuste en producción, ventas y esquemas de distribución. Es probable que las empresas China intenten evadir la barrera para-arancelaria exportando los textiles a un tercer país pero al hacerlo, incrementarás sus costos de predicción y, por esta razón, el precio de venta en USA. Otras empresas intentarán buscar otros mercados en el Oriente Medio, América Central y América del Sur. Otras pueden reaccionar aumentando la cualidad y no la cantidad de sus manufacturas y así expandir sus operaciones al segmento de altos ingresos.

También, en USA, los importadores serán forzados a revisar sus planes de compra ya que éstos no podrán conocer con precisión si los productos que encargaron a China podrán ingresar a territorio estadounidense. Ya que la Aduana de USA, llena la cuota considerando la fecha en que los bienes llegan al puerto y no la fecha en que se realizó la compra. , será imposible para un comprador conocer con precisión cuando serán admitidos sus productos. Como la incertidumbre adicional aumentará los costos de logística es probable que también se eleve el margen de ganancia y el precio final que paga el consumidor.