Bruno Seminario
Al revelar un número importante de bancos europeos cuánto dinero habían perdido por comprar instrumentos financieros emitidos en Estados Unidos y al conocer los inversionistas que nuevos fondos suspendían sus operaciones, se produjo un pánico general que derrumbó las cotizaciones de las acciones en todas las plazas financieras del mundo. Fueron tan intensos la desesperación y el desconcierto, que los bancos centrales en Europa, Estados Unidos y Asia, se vieron forzados para calmar al mercado, en un solo día, a inyectar a más de 200,000 mil millones de dólares, una suma equivalente a casi dos veces el producto bruto interno del Perú. Si bien estas medidas de emergencia parecen haber contenido, por el momento, el descenso de las cotizaciones y así impedido una paralización del crédito, estos sucesos deben haber afectado el desbordante optimismo que hasta ahora parecía gobernar el ánimo del mercado. Entonces, ¿qué podemos vaticinar para los próximos meses? Es obvio que nadie en el Mundo puede responder a esta pregunta, porque cualquier escenario, desde el que vaticina una catástrofe hasta el más benigno que postule la continuación por quince años más del período actual de prosperidad, parece igualmente plausible.
Así, es probable que en este nuevo período, la dinámica de los mercados financieros esté dominada por los ensayos para encontrar bases más sólidas para determinar el riesgo de los instrumentos financieros. Porque es posible que este proceso tome algún tiempo mientras se prueban nuevas técnicas y se diseñan instrumentos que regulen los novedosos productos financieros, se esperaría también un fuerte aumento en la volatilidad en los mercados. En efecto, en los últimos diez años, la innovación financiera fue regida por tres procesos básicos: la titulización, el desarrollo de instrumentos de transferencia de riesgo y las innovaciones en las técnicas tradicionales de ingeniería financiera.
Como consecuencia de la titulización, se produjo el reemplazo progresivo del crédito que antes otorgaban los bancos a las empresas y a las familias por instrumentos, ahora comerciados en mercados públicos o privados. Sin embargo, conforme avanza la extensión de este proceso, se provoca la obsolescencia de la regulación del sistema monetario. Hace diez años, los bancos comerciales desempeñaban el papel más crucial en la intermediación financiera, pero en los últimos años los fondos de inversión y los privados de acciones, parecen reemplazarlos. Se estima que el valor de las operaciones que realizan estos nuevos agentes no bancarios en los distintos mercados llegó, en el año 2005, a totalizar 46 trillones de dólares, equivalente a casi 4 veces el producto bruto interno de los Estados Unidos. Explica este explosivo crecimiento la sobreinversión de los 1990s, y la caída , en muchas regiones del mundo, de la tasa de acumulación de capital. Apareció así en el sector corporativo, un excedente de liquidez, que se aplicó a una creciente actividad especulativa y a alimentar las fuentes de fondos de los nuevos intermediarios. El problema radica en que la arquitectura institucional que gobierna al sistema financiero internacional presupone un contexto donde no existían éstos.
De otro lado, los nuevos instrumentos de transferencia del riesgo permiten descomponerlo que y negociarlos separadamente. Así, esta tendencia genera un explosivo crecimiento en derivados, y una creciente dificultad para identificar donde se encuentra la deuda de baja calidad. ¿Fue acaso la real razón del pánico , el reconocimiento de que uno ha podido, sin siquiera conocerlo, haber financiado los excesos cometidos por los especuladores financieros? Puede ser.