La Oscura Base de Nuestro Descontento
Bruno Seminario
Está por terminar el gobierno del presidente Alejandro Toledo y , sin duda, todo parece indicar que éste finalizará con mucho desconcierto y nerviosismo. Y, al menos para mí, es anormal y sumamente difícil de explicar que esto ocurra así. Es singular y bastante extraño que los candidatos del partido político del presidente, Perú Posible, ni siquiera alcancen , en las encuestas electorales, el 2 por ciento de la intención del voto , pues puede exhibir en su haber indudables logros económicos.
En efecto, es difícil encontrar , en la historia económica del Perú, un gobierno que pueda competir en materia de estabilidad con el de Alejandro Toledo: las enormes fluctuaciones que, en el pasado, fueron la característica esencial de la producción y el empleo se esfumaron para ser reemplazados por un proceso sostenido y equilibrado de los distintos indicadores económicos. Si esto es así, ¿por qué, entonces, el pueblo peruano no apoya con entusiasmo a los candidatos de Perú Posible y parece estar dispuesto a realizar una elección para muchos totalmente desconcertante? ¿Descendió, acaso, del país de la Negrura, un perversa criatura que se divierte corrompiendo nuestro espíritu con la enfermedad de la desmesura y el beodo desenfreno de la fantasía?. Crucial pregunta porque con toda probabilidad es decisiva para el desarrollo de largo plazo de nuestra economía y el porvenir de nuestro modo de ser. Me gustaría, por esta razón, exponer algunas ideas que quizás pueden ayudar a explicar cuál es la base más oscura de nuestro descontento.
Me gustaría comenzar con algo que el Perú comparte con pocos países del mundo, ser el lugar de origen de un Imperio Antiguo, la matriz original de una de las civilizaciones del planeta, pues este hecho nos hace un pueblo «pesimista», es decir, propensos a la creencia que nuestro pasado tuvo mayor gloria y esplendor que nuestro triste presente. Aunque no hay nada malo con este fenómeno y, para algunos, es un motivo de orgullo, este hecho , sin embargo, provoca que nos sea difícil entender la idea del «progreso» , ya que ésta parece contradictoria con los contenidos básicos de nuestro sistema educativo. ¿Qué niño de la Sierra, por ejemplo, no puede percibir la sutil contradicción, cuando en los libros de historia que usa se le muestra , por ejemplo, mapas donde el Perú, se extendía por territorios que hoy nos controlamos? La conclusión es obvia : un razonamiento simple que confunda la decadencia relativa con la absoluta, es decir, que confunda el proceso histórico que ha determinado nuestra decadencia relativa con la creencia que , en el pasado, nuestros niveles de vida fueron superiores al presente, hace aparecer una sospecha natural hacia el presente y proporciona la base para nuestro «pesimismo». Este mito, que no es muy diferente al mito de la «Edad de Oro» de los griegos o al del «Tercer Reich» usado por los movimientos nacional socialistas alemanes al iniciarse el siglo XX , es bastante conocido por nuestros historiadores . Flores Galindo, un brillante historiador peruano que lamentablemente falleció a una edad demasiada temprana, escribió un libro titulado «Buscando un Inca» donde explica con detalle el mito y la forma cómo este ha ido variando a lo largo de la historia. Pero, ¿por qué es relevante? ; por una razón bastante sencilla: parece, como puede verificarse empleando el Internet, en un componente esencial de los nuevos movimientos indígenas en Ecuador, Bolivia y el Perú. Si bien el proceso no es necesariamente peligroso, cuando éste se combina con una nacionalismo con una base «étnica» puede producir un verdadero desastre. La historia europea del siglo XX, nos enseña que el proceso puede destruir naciones y llevar a los genocidios más brutales. Fue, por ejemplo, destruido por el proceso el Imperio Austro-Húngaro y todos sabemos cuáles fueron las consecuencias del régimen del partido nacional-socialista.
Sin embargo, nuestros problemas con la idea del «progreso» no podrían explicar las extrañas reacciones del electorado peruano ; tampoco podrían prosperar ni explicar el descontento, sino fueran reforzados por dos procesos económicos: el miedo de los campesinos al Tratado de Libre Comercio; y, el proceso de modernización del sistema de distribución.
Aunque el Tratado de Libre Comercio, beneficia a algunas regiones del país, puede afectar severamente a los agricultores de la Sierra ya que ellos son los que producen los bienes competitivos con la producción estadounidense y arruinar a muchos de ellos, especialmente, si se firma el Tratado y no se ejecuta programa alguno que incremente sustancialmente la productividad de estas regiones. El campesinado suele caer en manos de movimientos nacionalistas radicales, en todos los países donde la izquierda es débil y esta desprestigiada por algún intento revolucionario fallido. Está, particularmente predispuesto, si éste carga con los costos de la «deflación» después de una inflación. La historia de Alemania en los años 20 lo muestra con claridad, ya que en este país , la políticas económicas que ejecutadas por la república de Weimar afectaron al campesinado alemán y fue precisamente en las regiones agrícolas de Alemania donde el partido nacional socialista comenzó a prosperar y ganar simpatizantes. No podía la, izquierda competir con los nazis, ya que estaba algo desprestigia por la rebelión «espartaquista» de Rosa Luxemburgo. Y, no hay mucha diferencia entre el Sendero Luminoso y los radicales alemanes liderados por Rosa.
Finalmente, hay otro elemento que vuelve al Perú bastante susceptible al «nacionalismo radical» . Y, es el proceso de «modernización» del sistema de distribución, pues el mismo puede tener un efecto sobre los segmentos más pobres de la clase media. Si, por ejemplo, se produjera una expansión muy rápida de los supermercados o cierta monopolización del sistema de distribución , es probable que muchos comerciantes pequeños al no poder competir con las grandes cadenas comerciales se vean forzados a cerrar. El proceso es importante porque también los pequeños comerciantes suelen estar entre los primeros simpatizantes de los movimientos ultra-nacionalistas.
Para terminar, me gustaría señalar que los movimientos «nacionalistas» no son , en realidad, movimientos de izquierda marxista, pero que sus programas de gobierno pueden, , especialmente, en las fases iniciales de formación ser confundidos con programas de izquierda. Resulta , por ejemplo, bastante ilustrativo leer las «críticas» de los nazis a los capitalistas financieros y comprobar cuán desenfrenado era su nacionalismo. Otra característica usual del «ultra nacionalismo» es decir siempre la verdad , pues los otros segmentos de la sociedad cuando escuchan sus declaraciones las encuentran tan alejadas de la realidad que deducen que no pueden estar hablando seriamente. Gran error hay que creerlos porque suelen hacer lo que prometen.
¿Se parecen la región de los Andes Centrales a la Europa Central de finales del siglo XIX? Hay, sin duda, diferencias importantes, pero también hay , en varios procesos, varias similitudes que podrían justificar cierta preocupación.