La Era de las Ventajas Absolutas


I

Cuando Ricardo creó la teoría de las ventajas comparativas tuvo quizás como motivación fundamental explicar un universo que caía fuera del campo donde operaba la ley del valor, es decir, descubrir las leyes que regulan el comercio internacional. Pocos, sin embargo, se preguntan por qué Ricardo postuló, para los mercados internacionales, una teoría que no era consistente con la teoría del valor, desarrollada en los primeros capítulos de su obra. ¿Por qué consideró necesario introducir una molesta inconsistencia en su sistema y no se limitó a usar los mismos principios que le habían permitido analizar la determinación de los valores en el interior de una nación? La respuesta tiene mucho que ver con otra creación de los tiempos modernos: el Estado nación, una construcción que no puede ser pensada sin un espacio donde rijan supremas las regulaciones que de éste emanan , y, que se manifiestan en la libre movilidad de los factores de producción, capital y trabajo, en el territorio controlado por éste. Sin libre movilidad de factores al interior de un territorio no es concebible un Estado nación. Como la esfera donde se manifestaban los flujos de comercio internacional escapaba del territorio donde indisputable regía la regulación del estado. No había, por esta razón, ninguna inconsistencia: la función que la teoría de las ventajas comparativas en el sistema de Ricardo era hacer explícita las leyes naturales de un espacio pensado como diferente al espacio interior; tan diferente que las leyes naturales que regulaban los fenómenos que se manifestaban se basaban en principios diferentes a los propios del espacio interno y, por esta razón, podía extraerse de los mismos conclusiones también diferentes.

Pero, ¿se mantiene, en los tiempos en que nos ha tocado vivir, esta drástica y radical separación? ¿Acaso, podemos negar la característica más pervasiva del proceso de globalización, la disolución del espacio económico controlado por el estado nación en el espacio internacional o del espacio de los estados nación más débil en el espacio de otros más poderosos? No lo creo. Se hace, por esta razón, indispensable revisar la teoría de Ricardo; e introducir en ella los nuevos procesos que parecen caracterizar la vida económica en esta nueva era de la economía mundial.

Ya, en el siglo XIX, era posible constatar cuán poco apropiado podía ser este postulado de disociación. La expansión colonial europea hacia todo el mundo fue, en realidad, acompañada e incluso reforzada por inversiones de capital en las colonias europeas y de fuerza de trabajo. De hecho el desarrollo económico de Estados Unidos, Sudáfrica, Argentina, Canadá o Australia, con la teoría del comercio internacional de Ricardo, pero el fenómeno en modo alguno provocó, la sustitución de ésta por otra alternativa, ya que éstos fueron interpretados como desarrollos excepcionales; interesantes, sin duda alguna, pero que de ninguna manera ponían la separación que Ricardo uso para construir su sistema. ¿Por qué los economistas podían argumentar de esta manera y considerar como curiosidad los movimientos internacionales de los factores de producción? Por varias razones. En primer lugar, el fenómeno poseía, en realidad una importancia secundaria y no parecía afectar ni alterar las principales tendencias del desarrollo económico de los principales estados europeos. En segundo lugar, la movilidad del siglo XIX era, en lo fundamental, movilidad de capital y no de fuerza de trabajo; de hecho, las conclusiones de la teoría de Ricardo, pueden mantenerse si sólo existe este tipo de movilidad factorial. En tercer lugar, y ésta constituye con toda probabilidad la razón fundamental, el desarrollo de las fuerzas productivas, en el siglo XIX, todavía no permitía la formación de un espacio económico global. En efecto, la tecnología del siglo XIX aún no había alcanzado el desarrollo requerido para volver económicamente viable una construcción de esta naturaleza, ya que la misma requiere para operar como lo hace un espacio económico nacional no sólo el libre comercio de bienes sino el de servicios y de factores de producción. Esto es de una importancia fundamental, ya que todo parece indicar, dos siglos después de la aparición de la Teoría de las Ventajas Comparativas, que el desarrollo de la tecnología hace, por primera vez en la historia de la Humanidad, viable un único espacio económico. Pero, ¿cuáles son los lindes que hacían imposible en el siglo XIX la creación de un espacio global para la operación de la ley del valor? ¿Por qué las potencias europeas no podían ejecutar un proyecto total que agrupara al “Hombre” en un imperio extendido en el planeta y tenían que contentarse con la inevitable fragmentación del mismo en distintas esferas de influencia? ¿Por qué el “Hombre “al mirarse en un espejo no podía abarcar toda la superficie de la tierra sino sólo un espacio limitado y tenía, a pesar de sus afanes, soportar que otros “Hombre” al ejecutar un acto similar vieran en el espejo un lugar también limitado pero diferente? Dionisio, el dios griego de la vida colectiva, lo hacía mejor; éste, cuando se contemplaba en el espejo, veía no sólo a todos los hombres sino a toda la Vida. ¿Era, entonces, Dionisio, superior al “Hombre”?

¿Cuáles fueron los poderosos impulsos que llevaron al poderoso intelecto de Ricardo a postular dos leyes diferentes para explicar un fenómeno tan esencial como el valor, a introducir en su sistema, dos sistemas de pensar, cuya mutua consistencia, en modo alguno, estaba asegurado? Quizás, la observación elemental que , en ese entonces, existían en todas las economías, importantes industrias que funcionaban aisladas de los flujos de comercio internacional; no obstante constituir parte vital del espacio económico interior y, por esta razón, estar sujetas a las determinaciones de la ley del valor. En efecto, a principios del siglo XIX, no permitía el desarrollo de la tecnología superar las barreras naturales al comercio y eran éstas las que convertían a varias mercancías en productos no transables. Pero, hay otra razón, más profunda y misteriosa, una característica peculiar del proceso de producción de ciertas mercancías; un exigencia de la realidad física que establece, en ciertos sectores, sólo de pueda ejecutar un proceso de producción si concurren en el mismo espacio tanto el consumidor como el productor. Era esta exigencia de presencia simultánea, la que, en la práctica, aislaba a casi todo el sector terciario de una economía de los efectos del comercio internacional. No es, en efecto, el sector servicios una parte accesoria del aparato productivo de una economía; de hecho, en muchos países, es el sector más importante, tanto en la generación del producto nacional y el nivel de empleo.

¿Eran, acaso, las bases que justificaban la peculiar inconsistencia del sistema de Ricardo , sólidas y fuertes en el grado necesario, parar mantenerse inmunes ante el avance, por momentos avasallador, de la tecnología y de la Razón Instrumental? En otras palabras, ¿ha hecho más fuerte el progreso técnico la separación entre el espacio económica interior , controlado por el estado nación y regido por la ley del Valor, y el espacio internacional, caótico porque él no puede regir suprema la voluntad de ningún estado nacional y tampoco la ley del valor, o , ha sido uno de sus sesgos esenciales mellar la base material que soportaba esta drástica disociación ? Aunque muchos , especialmente aquellos que aborrecen los resultados aún no definidos, podrían sentirse tentados a contestar de forma afirmativa esta pregunta, su respuesta podría influenciada em demasía por lo que puede ser una fase inicial de la nueva revolución tecnológica de la información. Si bien en una primera impresión, las nuevas tecnologías de transporte aparecidas a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, y, en especial, la nueva revolución informativa de los últimos años de siglo XX, parecer neutralizar toda esta disociación, y , por ello, poseen el potencial, para neutralizar toda distinción en un espacio económico nacional e internacional , esta puede , sin embargo, el resultado de un desarrollo desigual de las tecnologías de administración y control social.

De hecho, la tecnología a finales del siglo XX, parecía reunir todos los elementos requeridos para abolir la separación postulada por Ricardo. En efecto, los avances en las tecnologías de transporte , aunque favorecen las zonas planas del planeta y perjudican las regiones montañosas, neutralizan el impacto de las barreras naturales al comercio. De otro lado, las revolución de la información, al mostrar que el aislamiento, es decir el requisito de concurrencia espacial, puede ser superado sustituyendo la presencia virtual por la real y así permitir el comercio internacional de la mayor parte de los servicios. E incluso, como lo demuestra el nuevo fenómeno del «Outsourcing» , levantar las barreras legales que en estos momentos impiden la plena movilidad internacional de la mano de obra; pues éste, el «Outsourcing» no es sino la sustitución del desplazamiento real por el virtual de este factor de producción.


Con ello, parecía, en principio claro, si en los próximos años no se desarrollaran nuevas tecnologías de gobierno que le permitan recuperar a los Estado nación, parte de su capacidad de soberanía, qué estos podrían ser una institución, en principio, obsoleta , especialmente, si su único soporte era sólo el económico. Su voluntad local de poder entorpece el proceso de disolución de los espacios económicos internos e impide una asignación mundial eficiente de recursos al volver más lenta la «perecuación» mundial de las remuneraciones de los factores de producción – trabajo y capital. Ello es así porque la nueva matriz tecnológica parece requerir una división internacional del trabajo basada en el principio de ventajas absolutas y no , en el principio ricardiano de ventajas comparativas.

¿Qué potente criatura puede sustituir a la más noble creatura de la Ilustración? ¿Esta ya dispuesta , parada en el fundamento del Mundo,para extender su prepotente alma sobre la faz del espacio; cuando èste , vacuo, vacío, y sin propoósito, clame por forma? No los sabemos, pero lo realmente curioso es que esta Ignorancia Absoluta no debe , en modo alguno, ser sorpresa; pues ésta, después de un lapso que dura tanto coomo el esplendor de una ola consumida en espuma, muta en ansia y el ansia en miedo y el miedo en estulticia; y ésta puede ser peor vicio que el hybris; ya mientras éste último es la arrogancia de quién pretende ser algo que por naturaleza no le corresponde y aunque destructiva perdura , al menos como recuerdo; la estulticia, conduce a la misma destrucción, pero no posee la misma cualidad del hybris, es decir, la esupidez no se transforma, se disuelve. ¿Y, no son los recuerdos, el único consuelo de las desgraciadas criaturas que los poetas griegos encontraban tan similares a las hojas otoñales del los árboles ?.