Es una característica notoria de los programas de gobierno de las principales agrupaciones políticas la escasa importancia que las propuestas asignan a la política macroeconómica. Es un hecho que debe llamar poderosamente la atención, pues en el pasado fue éste un tema central en la campaña electoral y, por esta razón, las distintas opiniones acerca de cuál era la política fiscal y monetaria apropiada ocupaban un papel de especial relevancia en todas las propuestas de gobierno. Debo decir que me preocupa bastante esta actitud porque sólo podría tener algún sentido si las distintas agrupaciones políticas compartieran una visión común sobre la política económica. ¿Debemos, acaso, inferir a partir de este fenómeno que el APRA, el PPC o el Partido Nacional, aceptan los principios que estos años han guiado a las políticas fiscal o monetaria? ¿Estarían, entonces, si no existieran los obvios problemas que existen, dispuestas estas agrupaciones políticas a mantener a los actuales funcionarios en sus puestos, ya que al parecer, comparten con ellos una visión común sobre este crucial problema de todo gobierno? ¿Debemos celebrar y mirar con potente esperanza el futuro ya que, finalmente, el Perú superó la fase de cambios pendulares de opinión en esta materia, y, que impedía establecer un mínimo de coherencia para la ejecución de otras políticas públicas? Temo, sin embargo, que no tenemos motivo alguno para celebrar por noticia tan afortunada porque éste acuerdo es sólo breve y fugaz apariencia. Refleja, en realidad, el poderoso embrujo de la actual y excepcional coyuntura internacional ; ese goce del Instante tan propio de los «Paraísos Artificiales» , intenso como toda seducción, pero también en extremo peligroso ya no hace sino provocar el desperdicio de las oportunidades que otorga , de cuando en cuando, la historia al Perú.
En efecto, la impresión que uno extrae, después de leer los distintos planes, es que los autores toman como permanentes las excepcionales condiciones internacionales que han prevalecido en los años del presidente Toledo. Y, este es un supuesto , en extremo peligroso: un examen elemental de nuestra historia económica , con claridad, nos demuestra que esto no ocurre así y que , en realidad, el supuesto contrario es el más prudente si , en realidad, fueran los planes del gobierno un ejercicio que demostrara cómo la agrupación política en cuestión piensa enfrentar las posibilidades del futuro. Es una cuestión crucial , ya que las políticas macroeconómicas que podemos concebir para enfrentar una eventual y desfavorable reversión de las condiciones internacionales, son complicadas y difíciles; tampoco funcionan si nos limitamos a esperar que ocurra el evento decisivo que, en efecto, indique la Fortuna ha dejado de favorecer al Perú.
Podemos comenzar precisando con claridad los principales riesgos que el Perú puede enfrentar en los próximos años. Estos, al menos para mí, son básicamente los siguientes: (1) La posibilidad de una ajuste drástico y abrupto en las cotizaciones internacionales de nuestros productos de exportación tradicional; (2) La posibilidad de un incremento en las tasas de interés internacional y de ahí en el monto que anualmente pagamos por deuda externo; (3) la posibilidad de que ocurra un recesión en USA y así una caída drástica en las compras que este país hace al Perú y al resto del Mundo.
Si bien no puedo explicar a plenitud porque estos riesgos y las políticas para contenerlos debería, ser los puntos cruciales de los capítulos que tratan sobre política económica de los distintos planes gubernamentales; puedo ilustrar, con ejemplos, los principales puntos a fin de que el lector perciba con claridad lo que, aparentemente, han omito de mencionar los distintos planes de gobierno.
Podemos, quizás, empezar con la posibilidad de que en los próximos años se produzca una ajuste hacia abajo en las cotizaciones internacionales. El peligro consiste en la posibilidad de que en lo próximos años, el valor de las exportaciones desciende por una ajuste de precios en 4,000 millones de dólares, es decir, en una cifra equivalente a casi seis por ciento del valor actual del PBI. Un ajuste de esta naturaleza podría provocar, en el futuro, una «catástrofe» en nuestra economía de tal magnitud para derrumbar todos los bonitos planes educativos y sociales de los distintos partidos políticos. Y, no sólo en el sector externo, sino también en las cuentas fiscales y en el sector financiero. Las cuentas fiscales son, en realidad, sensibles en extremo al movimiento de las cotizaciones internacionales y un descenso de ellas determinaría una notoria reducción del impuesto a la renta y los ingresos que por canon perciben las distintas regiones que componen al Perú. También podrían caer los aranceles y la recaudación por IGV, si como suele ocurrir el descenso en el valor de nuestras exportaciones es acompañado por una similar en el valor de las importaciones. Si estas circunstancias llegaran a materializarse, el ministro de economía se podría verse obligado a introducir recortes en la inversión pública y de gasto social. Sería, por esta razón, sumamente interesante que los distintas agrupaciones hagan explícitas las políticas que sus técnicos han concebido para enfrentar esta adversidad; hipotética en el presente, pero que puede con probabilidad convertirse en realidad en el presente. Relevantes, en particular, y una clara demostración de que el aspirante al sillón presidencial, tiene capacidad de gobernar, sería hacer explícitos, los planes que este tiene pensado para contener el efecto adverso de los malos tiempos.
Omito, por la premura de la brevedad, explicar el efecto que podría provocar un ajuste en las tasas de interés. Sólo me gustaría mencionar un punto que puede con facilidad pasar inadvertido. El Perú, con el presidente Toledo, cambió su régimen monetario y adoptó, el de objetivos de inflación. Conocemos las propiedades del mismo cuando se registra en el mundo un descenso en las tasas de interés, pero la «virtud» de los distintos regímenes de política económica no se demuestra cuando la fortuna nos bendice sino cuando la desventura nos visita. En otras palabras, no es muy claro cómo se puede comportar este régimen cuando la coyuntura nos es adversa ya que la experiencia que posen los países en vías de desarrollo con el mismo es muy reciente para ser de alguna utilidad, y, aunque el mismo tiene una mayor antigüedad en las economías industriales, no resulta claro si su experiencia en estos menesteres puede ser de gran utilidad a los países del Tercer Mundo.
El tercer riesgo constituye una novedad porque es un peligro contenido implícitamente en el Tratado de Libre Comercio, y es la posibilidad de que la sensibilidad de la economía peruano ante fluctuaciones de la economía estadounidense y a los desarrollos particulares del mercado interno de los Estados Unidos haya, en efecto, incrementado como consecuencia de estos instrumentos. Producen estos tratados un efecto positivo al ampliar el mercado de nuestras empresas y hacer posibles altas tasas de crecimiento de nuestras exportaciones. Pero, pueden también producir un efecto no anticipado si se desatara una recesión en los Estados Unidos. Y, este es un riesgo inédito, ya que en el pasado, las fluctuaciones cíclicas que ocurren en este país poseían un efecto indirecto sobre las empresas peruanos, pero directo con estos instrumentos. En efecto, estos incrementan el grado de dependencia comercial del Perú respecto a Estados Unidos, y, por ello la probabilidad que con ella se produzca un descenso en los niveles de producción de nuestra producción manufacturera ha incrementado. De hecho, las únicas empresas que poseen cierta experiencia en la administración de este tipo de riesgo son aquellas que algo de tiempo exportando a Estados Unidos. Las dificultades que experimentaron éstas cuando se produjo un fenómeno similar a fines del gobierno de Fujimori pueden sugerir que este incremento en el riesgo puede, en las circunstancias actuales, tener una mayor relevancia, ya que la importancia económica de este sector ha aumentado como consecuencia de los tratados comerciales.,