El Arqueologo
Sopla, en el mes de noviembre, en las costa que baña el Mar de la Memoria un suave viento que hacer mover , con pausado ritmo, las hojas de los àrboles que crecen en la cima del abismo, y màs allá, como tocando el enorme disco color naranja del sol de la trade que muere en la entrada de la bahìa, pueden aùn verse , en las islas de la entrada, las siluetas de los edificios, oxidado metal ya corroido por inefable acción de la naturaleza, de esta salvaje y agreste regón, situado en lugra màs extremo del occidente, y donede aún ---dicen--, se preservaban las mores que prevalencieron momentos antes del incio del Tiempo del Olvido. La ciudad de las ùltimas cosas, se yerge ya muerta, justo en el punto, donde las aguas del olvido mutan para formar el Mar de la Memoria.
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