Bruno Seminario
Al finalizar el año 2006, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), estimó del producto bruto interno de la región en 5,3 por ciento y en 3,8 el del producto por habitante. En ese año, según este conocida organización internacional, se completaron cuatro años consecutivos de crecimiento a una tasa promedio de cuatro por ciento y si bien , para el año 2007, se espera una ligera desaceleración en este ritmo, pues se proyecta que el producto de la región crecería a una tasa promedio de cinco por ciento anual, indica también la CEPAL que las tasas de crecimiento observadas en la región son inferiores a las de otras regiones del mundo en desarrollo.
Sin embargo, debe ser notado que este resultado agregado oculta la enorme diferencia que existe entre las economías de la región. En primer lugar, se encuentra en exceso influenciado por el bajo crecimiento de las dos mayores economías de la región, Brasil y México, que representan casi el 60 por ciento de la producción. En segundo lugar, tampoco refleja a plenitud los nuevos estilos de desarrollo que gradualmente se consolidan en las economías de los países pequeños y de tamaño medio.
Aunque el actual proceso de expansión en la excepcional coyuntura mundial, el gran dinamismo de la industria y la construcción mundial, la abundante liquidez internacional, y la creciente importancia de China y la India, no afectan estas condiciones por igual a todos los países de América Latina. Depende, en efecto, la respuesta de cada economía y las características esenciales de su estilo de desarrollo, del impacto e importancia en los distintos países, de tres determinaciones básicas: (1) la mejora en los términos de intercambio; (2) las remesas de los trabajadores emigrados; y, (3) el efecto de la competencia de China, en el mercado interno e internacional.
Determinan estas fuerzas , en toda la región, que exista un diferencia importante en las trayectorias de desarrollo del producto Bruto interno y el Ingreso nacional, ya que el primer indicador mide el producto generado en las fronteras de cada país, el segundo los ingresos el total de ingresos que reciben su ciudadanos. Es una característica notoria del proceso actual, el hecho de que la tasa de crecimiento del ingreso nacional sea superior a la del producto interno bruto. Por ejemplo, en el año 2004, el ingreso nacional creció siete por ciento mientras que el producto interno bruto sólo lo hizo a 5,9 por ciento; las tasas que correspondieron al no 2005 fueron de 5,9 por ciento y 4.5 por ciento respectivamente, y las del año 2006, 7,2 y 5.6 por ciento.
Explica, sin duda alguna, esta inusitada discrepancia la magnitud de los recursos extraordinarios que reciben actualmente los países de América Latina, pero cuando se analizan con detalle tanto el origen cómo la forma cómo estos son apropiados, se manifiestan con claridad, por lo menos, dos modelos básicos de desarrollo.
Predomina el primer modelo en América Central y en algunos países del Caribe, y en él, juegan un papel fundamental las remesas que envían a sus familias los trabajadores migrantes. En él, los recursos extraordinarios son apropiados directamente por las personas naturales, especialmente, por aquellas con menores ingresos relativos, de modo que el proceso hace más igualitario el ingreso, expande el consumo y al reducir el ahorro, puede provocar un déficit sustancial en la balanza comercial.
En América del Sur , predomina un segundo estilo de crecimiento, en el que la fuerza crucial de la expansión es la mejora registrada en los términos del intercambio. En él, los recursos extraordinarios son recibidos por empresas nacionales o empresas multinacionales, y este hecho provoca una expansión provoca un aumento de los impuestos , el ahorro público, y en la oferta de recursos financieros disponibles para financiar la inversión. En él, al menos en el corto plazo, es menor el impacto sobre el consumo y la inversión el principal vehículo de transmisión del impulso expansivo. Caracteriza también a este modelo un masivo superávit comercial que puede combinarse con un aumento en el déficit en la balanza de recursos financieros. Es probable que todo el proceso haya disminuido la fracción del producto que corresponde al trabajo y que también haya empeorado la distribución del ingreso nacional.
¿Cuán sostenibles son estos dos estilos de desarrollo? ¿ Cuál es el más vulnerables es cada uno de ellos ante dramáticos cambios en la coyuntura internacional ? Aunque no podemos contestar esta pregunta , pues hemos excedido ya el espacio asignado, podríamos indicar que la suerte de largo plazo que la suerte de largo plazo de esos estilos de crecer podría depender del dinamismo que exhiba en los próximos años la industria mundial de construcción. En efecto, todo parece indicar que aumento de las remesas y el incremento en el precio de los metales lo metales, depende crucialmente del auge que ha conocido este sector en los últimos cinco años, en estados Unidos, Asia y la Comunidad Económica Europea. Esta industria parece haber sido , al menos en Estados unidos, la principal fuente de empleo para los trabajadores migrantes, y, también la principal fuente de que ha impulsado la demanda de la demanda mundial de metales no ferrosos. Trataremos, en otra oportunidad, este interesante tema.