USA: Crecimiento sin Empleo y Deuda
¡Qué lejanas pueden resultar para los observadores de la coyuntura mundial las declaraciones de Alan Greenspan, pronunciadas meses antes del segundo conflicto con Irak, para advertir al Mundo sobre los peligros de una inminente deflación! ¿Y, acaso, no resultan más extrañas la reacción de las personas enteradas, los economistas reputados, las instituciones internacionales y la prensa en general, que por semanas discutió y concedió cierta plausibilidad a esta oportuna advertencia? Este sentimiento parece motivado por la extrema confusión y fluidez de la coyuntura económica mundial. El espíritu de estos tiempos nuestros resulta enigmático e incomprensible para la mayor parte de los hombres que, sin duda, tienden preferir la tranquilidad de épocas más estables y que hoy, un tanto desorientados, desesperan ya que no consiguen adaptarse a condiciones económicas tan particulares. Después de todo, ¿quién pudo imaginar, hace dos años, el curso efectivo de los acontecimientos? ¡Tiempos de Perplejidad, Tiempos de Confusión, Tiempos de Desconcierto! En cualquier caso, fue el pavor a la deflación la que finalmente determinó la reducción de las tasas de interés de corto plazo al nivel más bajo en 45 años: Cuando, el año pasado, la Oficina Estadística de los Estados Unidos comunicó al Mundo la espléndida noticia que la economía de USA había experimentado un crecimiento de ocho por ciento anual muchos suspiraron con alivio y celebraron , una vez más, la sabiduría de Alan Greenspan , la velocidad de sus reacciones , y su éxito en alejar el terrible demonio de la deflación.
Sin embargo, cuando las tasas de inflación comenzaron a incrementar en todo el mundo, y el precio de los alimentos, metales, y combustible creció a una velocidad mayor, se disipó con rapidez el entusiasmo y aparecieron nuevamente las voces de los disidentes. Notaron, éstos, que la expansión de la producción no iba acompañada, como en otras ocasiones, por un incremento en el empleo y los salarios reales... De hecho, el singular fenómeno reducía la participación de los sueldos y salarios en el producto bruto interno de los Estados Unidos a un nivel nunca antes visto. Este misterio del crecimiento sin empleo fue discutido y el descubrimiento que era generado por el desplazamiento masivo de puestos de trabajo de USA hacia Asia-"outsourcing" produjo una gran indignación en la l opinión publica americana y , en la actualidad, es un punto fundamental de la competencia electoral entre republicanos y demócratas. En efecto, Bush podría terminar su primer período presidencial con una pérdida neta de puestos de trabajo y, esto, podría significar su derrota electoral. Causa, sin embargo, mayor asombro el hecho que la fuerza fundamental de la expansión de la economía de los Estados Unidos sea el gasto de consumo personal porque revela que hay una brecha entre el crecimiento del ingreso y el crecimiento de gasto que es financiada reduciendo las tasas de ahorro, los impuestos, y, por una deuda alarmante de las unidades familiares. Aunque, la deuda teóricamente está garantizada por el incremento en los precios de las acciones y las casas, es claro, cómo suelen terminan estas burbujas especulativas: con el derrumbe de los precios, la quiebra de los bancos, y una deflación aún más espectacular. Provoca, también, preocupación la política fiscal practicada por la administración republicana: las aventuras militares en el medio oriente y la reducción de los impuestos han generado un déficit fiscal sin precedentes, financiado también por una deuda pública que crece sin control. Los Estados Unidos son, al igual que el Perú, una nación que vive más allá de sus posibilidades gracias a la gentileza de las naciones asiáticas en general y de gobierno chino en particular. La compra masiva por parte de China por parte de bonos emitidos por el Tesoro americano ha impedido el derrumbe del dólar en el mercado internacional.
Cabe, sin embargo, preguntar si el partido comunista chino estará dispuesto acumular sin límites papeles emitidos por el gobierno americano. ¿Qué podría suceder al mercado internacional si China decidiera cambiar su conducta financiera, vender sus bonos, y dedicar estos ingresos para comprar metales preciosos, euros, o constituir reservas de materias primas? Tres economistas americanos, Michael P. Dooley, David Folkerts-Landau, y Peter Garber, se plantearon la pregunta y publicaron el año pasado varios ensayos para explorar esta posibilidad. No puedo, sin embargo, esta semana explicar la respuesta.