Las economías de América Latina experimentan, por primera vez en casi 20 años, una notable expansión. Según el informe publicado la semana pasada por la CEPAL el PBI de toda la región crecería en 5,5 puntos porcentuales en el 2004, y en 4 puntos porcentuales en el 2005. Sorprendente resultado pues supera con creces los cálculos anticipados por los especialistas más optimistas. Pero, ¿no como impedir que este inicial pasmo mute en franca perplejidad cuando nos enteramos de los dos rasgos destacados de la vigente expansión regional? Contradiciendo, un aspecto básico de la historia económica de nuestro continente, el crecimiento del producto interno bruto viene esta vez acompañado de un saldo en la cuenta corriente de la balanza de pagos, es decir, de un proceso de reducción de la deuda externa de todas las economías que componen América Latina. Como es conocido –acaso, ¿debería decir lamentado?--, en el pasado, el crecimiento del PBI produjo un deterioro progresivo en las cuentas externas y de un modo que hasta ahora parecería ineludible a un nuevo derrumbe: desengaño mecánicamente preparado que termino con cualquier ilusión, anhelo, certeza, fe o creencia. Así, como ocurre siempre que el espíritu es templado por la más ignota adversidad, se extendió e incluso se hizo popular ese escepticismo contumaz, tenaz y porfiado recelo, que termina haciendo imposible cualquier intento pues se le cree vano que busque imaginar el desarrollo. ¿Habrán cambiado, finalmente, las cosas? Pregunto ya que, según los especialistas de, el incremento actual en la producción parece ocurrir en un contexto de salida de capitales y en un marco donde las primas de riesgo soberano se aproximan a sus mínimos históricos. Coyuntura francamente excepcional ya nunca antes se expandió la producción ni aumentó la demanda de activos financieros de la región en este singular contexto. ¿Qué ocurre en América Latina? ¿Cuál es el secreto de estas desconcertantes circunstancias?
En opinión de la CEPAL dos son los factores esenciales que explican este singular panorama: las condiciones excepcionales prevalecientes en el mundo y las políticas económicas ejecutadas en los años precedentes. En primer lugar hay que considerar el contexto de partida y los distintos eventos que ocurrieron en la región como consecuencia de la crisis asiática y que determinaron, sobre todo en las economías más importantes (Brasil y Argentina), un abrupto incremento en el tipo de cambio real. Redujo, éste, el ingreso de la población en general y de los asalariados en particular. Como consecuencia, disminuyó la demanda agregada, la producción y el empleo. Pero también, como conocemos, aumentó los saldos exportables, disminuyó las importaciones, y, por esta razón, determinó una evolución favorable en el saldo en cuenta corriente de la balanza de pagos. Todo este ajuste, en marcado diferencia con lo ocurrido en crisis anteriores, tuvo lugar sin mayores presiones inflacionarias. A finales del 2003 y en todo el año 2004, se desarrollaron en el mundo condiciones internacionales extremadamente favorables en el ámbito financiero como en el comercial. La política monetaria expansiva ejecutada por el gobierno de los Estados Unidos permitió a los bancos de la región reducir las tasas de interés en sus respectivos mercados y recuperar la demanda interna. La vigorosa reactivación de USA, los países asiáticos, y en especial, de China provocó un movimiento sumamente favorable de los términos de intercambio que reforzó el impulso exportador y convirtió a éstas en el motor inicial que llevó a la recuperación de la producción. Después de mucho tiempo y para que América Latina recordara, ¿acaso, con nostalgia mal disimulada? , otras épocas donde la combinación de circunstancias que hoy nos sorprenden eran el mecanismo común que nos ligaba al Mundo, se desarrolló así este fenómeno, sin precedente en los últimos cincuenta años, crecimiento de la producción, incremento del empleo, con un excedente en la cuenta corriente.
Acompaña, esta expansión del producto, un movimiento adverso en el saldo de la cuenta de capitales de la balanza de pagos, es decir, se produce ésta acompañada de un salida neta de capitales estimada por CEPAL en 40,000 mil millones de dólares. Lo curioso es el factor básico que parece motivar la misma pues ella no se vincula al riesgo político que en el mes de noviembre alcanzó un mínimo histórico sino a una reducción de las tasas locales de interés mayor a la ocurrida en el exterior.
Termina un año excepcional fruto, acaso, de una conjunción feliz de circunstancias y la pregunta que debemos haces es si éstas pueden prevalecer en los años por venir. ¿Que sucedería, por ejemplo, si los términos de intercambio comenzaran a moverse nuevamente de forma desfavorable? ¿Cuáles serán los efectos sobre América Latina de los grandes cambios ocurridos, en estas últimas semanas, en los mercados financieros? ¿Es esta coyuntura sólo un curioso y efímero fenómeno o la primera reflexión de las condiciones que prevalecerán en el siglo XXI en la economía mundial? Finalizo no si antes recomendar la lectura detallada del Informe anual de la CEPAL.