¿Qué puede pasar en 20 años?
Cuando finalmente llegan los días maduros, ¡qué difícil impedir el arrebato incontenible de todas aquellas cosas que en el pasado nos gustaron! ; Pero, más rabiosa aún resulta la atracción de las costumbres aprendidas, pues éstas determinan esa, la primera reacción, ante las posibilidades entrañadas en estos, los tiempos que vivimos. ¿Será, acaso, esta la razón que no nos impulsa a negar la existencia de encrucijadas en la historia, necia obstinación, nuestra natural animadversión ante los momentos críticos? ¡Quién sabe la respuesta! Sin embargo, no por ello pierde relevancia la pregunta ya que toda proyección económica de prolongado plazo parece requerir cierto esfuerzo por imaginar una vida diferente para así reconocer que las cosas ya no son como solían ser.
Aunque a muchos lectores pueda sorprender e incluso molestar la inapropiada redacción del primer párrafo, tan alejada en apariencia, de las formas normales de expresión de los comentarios y análisis económicos; sin embargo, me permite empezar este difícil ensayo , con una observación que encuentro indispensable , es decir, resaltando esa peculiar forma de concebir el mundo que parece caracterizar a todos los peruanos que experimentaron , la catástrofe de los 1980s, cuando el Perú pareció transformarse , en el país de las últimas cosas, ese mítico lugar donde son colocados todos los objetos la Tierra antes de ser olvidados para siempre. Y, lo hago , por que , esta experiencia parece todavía afectar la forma cómo calculamos nuestro potencial económico y cómo concebimos las posibilidades que ofrece el futuro en un lapso que es igual en extensión al que separa el momento actual de las excepcionales condiciones que nos tocó vivir en los años de 1980s. Si bien esta actitud puede, en una primera impresión, ser propia de hombres maduros y prudentes, no por ello, se justifica la extendida creencia que es bastante probable que estas condiciones se repitan en el futuro próximo. No nos hemos dado plenamente cuenta cuán extraños fueron, en realidad, estos eventos y lo que con facilidad mostraría cualquier cálculo racional de su probabilidad.
¿Podemos calcular estas probabilidades y así mostrar cuán extraños son desarrollos económicos como los ocurridos en el Perú en los 1980s? En principio sí. Por ejemplo, una breve revisión de la marcha de los indicadores de producción (el producto interno, la demanda interna o el índice de la actividad industrial) muestra con facilidad que un caída del producto similar a la registrada durante el gobierno de Alan García es un suceso bastante excepcional. Sólo se repite en 1983 y en los años de la gran depresión. De otro lado, los datos disponibles para otras economías parecen confirmar esta conclusión: sólo se registran descensos similares en la producción global en la gran depresión o después de grandes guerras. Por esta razón, no parece sensato postular que un suceso similar puede ocurrir en los próximos 20 años. Son también las hiperinflaciones curiosidades económicas. En el Perú, sólo se registran en dos ocasiones: al final del siglo XIX, después de la guerra con Chile, y, en los 1980s, con Alan García. Puede confirmarse esta también por la experiencia de otros países. Por esta razón, cualquier proyección sensata debe excluir a un evento similar.
Si ignoramos los ajustes drásticos en el nivel de producción o curiosidades como la hiperinflación, es posible generar una proyección de largo plazo para los principales indicadores económicos del Perú y una idea aproximada de la probable dimensión económica de nuestra economía en el año 2025. En efecto, es posible construir esta línea de referencia analizando la experiencia económica del siglo XX. ¿Qué conclusiones permite un ejercicio de esta naturaleza? ¿Cuáles pueden ser las dimensiones probables de nuestra economía en el año 2025? Los resultados son, en realidad, bastante interesantes.
En primer lugar, nos dice que el tamaño de la economía peruana en el año 2025 podría ascender a 350,000 millones de dólares americanos, es decir, se multiplicaría cinco veces. Como en ese mismo año, la población se estima en 35 millones de habitantes, el ingreso por habitante, pude estimarse en 10,000 dólares. En consecuencia, esta variable, se multiplicaría tres veces. Aunque estas cifras pueden para muchos resultar impresionantes son en realidad pesimistas ya que el resultado podría ser aún mejor. En efecto, las hemos obtenido, postulando una tasa de crecimiento promedio para el PBI de 4,5 por ciento anual y una inflación internacional de 3,0 por ciento anual. La tasa de 4,5 por ciento para el índice de producción global postula un crecimiento similar al de los períodos de expansión del siglo XX y el estimado para la inflación es la mima cifra que postula el gobierno americano para proyectar su cuentas fiscales. En suma, el tamaño de la economía peruana, en el 2025, podría ser similar al de la economía argentina antes de la devaluación del peso o a las dimensiones de una pequeña economía europea. De otro lado, el Perú del 2025 podría exportar –y, este un estimado conservador, aprox. 80,000 millones de dólares e importar, 70 millones de dólares. Los ingresos públicos y el gasto público 60,000 millones de dólares. Finalmente, la inversión anual podría ascender a 75,000 millones de dólares.
Los desarrollos en el sector externo pueden tener un enrome impacto sobre la trayectoria de la deuda externa y otras variables internacionales. El coeficiente de inversión requerido para sostener una tasa de crecimiento de 4,5 por ciento y un modelo de desarrollo basado en el sector externo, elimina los problemas en el sector externo y aunque parezca increíble permite cancelar la totalidad de la deuda externo. En efecto, con estos postulados, la balanza comercial debería un superávit a lo largo de todo el lapso cubierto por la proyección. Con este resultado, la cuenta corriente, que mide el endeudamiento neto del país, podría también presentar, a partir del ano 2015, una posición de superavit aria. Con ello, el monto de la deuda externa en valores absolutos disminuye y podría desaparecer hacia el 2025. Si bien esta conclusión puede a muchos sorprender, se sostiene incluso con supuestos bastante pesimistas sobre el comportamiento de los términos de intercambio pero no cuando se incrementa la tasa de crecimiento a 7 por ciento anual. Una tasa de crecimiento de esta magnitud podría provocar fuertes desequilibrios en el sector externo pues los coeficientes de inversión necesarios para sostenerla en el largo plazo resultan muy elevados. La tasa promedio de crecimiento que permite garantizar la salud externo puede estimarse entre cinco y seis por cientos anual. Un valor mayor sólo podría sostenerse con recursos externos que al no estar garantizados decidimos excluir del ejercicio.
La evolución anticipada en el sector real tiene supone una similar en el sector financiero que también es interesante mencionar. Las fuerzas cruciales que rigen la dinámica es el crecimiento del fondo acumulado por las AFPS, la trayectoria de la inflación, y el crecimiento sostenido en la producción. Una proyección pesimista nos permite que el tamaño del medido—medido por el tamaño de la liquidez en dólares y soles—pudiera ser de aproximadamente 120,000 millones de dólares. El tamaño de un banco nacional líder podría, por esta razón, estimarse en 40,000 millones de dólares si no se alteran dramáticamente los índices de concentración del mercado financiero. El Fondo acumulado de las AFPS podría ascender se estima entre 60,000 millones de dólares y 70,000 millones de dólares, es decir, casi de un tamaño igual al doble de la deuda externa actual.
¿Cuales son los programas de inversión que sostienen esta trayectoria de crecimiento y que podrían determinar la estructura de la economía? En principios, éstos podrían concentrase en los siguientes sectores económicos. En primer lugar, en el sector comercial ya que el crecimiento debe generar una modernización del sistema de distribución de la economía. En segundo lugar, en la creación de la infraestructura necesaria para poder consumir y exportar el gas de Camisea. En tercer lugar, en la construcción de nuevas carreteras, puertos y aeropuertos. En cuarto lugar, en la Minería metálica ya que es necesario explotar los grandes yacimientos de cobre ubicados en la zona norte del país. En quinto lugar, en la manufactura y la agricultura orientada hacia la exportación.
Para terminar es indispensable notar el papel crucial de dos fenómenos: el cambio climático y la evolución de la población. En efecto, a lo largo de todo el lapso cubierto por la proyección, las tasas de crecimiento demográficas presentan un descenso consistente. Caen estas de un valor estimado de 1,8 por ciento a uno menor al 1 por ciento anual. El número de peruanos que nacerán en el 2025, si estas tendencias se confirman, podría ser menor al número de los peruanos que nacen el 2005. El descenso en el número de nacimientos afectará a todas las industrias sensibles a los desarrollos demográficos: establecimiento educativos, construcción residencial, salud, y a la industria de entretenimiento y diversión. Las tendencias demográficas comenzará a manifestarse en el mercado laboral a partir en el mercado laboral en el quinquenios comprendido entre el 2010-2015. El otro fenómeno importante es el cambio climático que puede modificar el clima de importantes zonas del país. Un estudio reciente realizado por el SENAHMI y el CONAM, sugiere, que el Niño podría visitarnos con mayor frecuencia. El otro punto importante es la posibilidad que se derritan los glaciares de la cordillera ya que el proceso puede afectar la disponibilidad de agua potable en la costa. ¿Desaparecerán los bellos nevados de la Costa y la Cordillera Blanca?