El Despertar del País de las Maravillas

Confusos y extraviados parecen los sentimientos más íntimos de los comentaristas occidentales cuando tienen que referirse a China. ¡Qué curiosa y multiforme colección! ¿Cómo encontrar una palabra para denotar el juvenil entusiasmo de los especuladores, la euforia de las grandes empresas que efectúan enormes proyectos de inversión en el mismo país de las maravillas, la fingida indiferencia de los informes producidos por las agencias financieras internacionales, y ese escondido horror de los analistas de inteligencia?

La producción en el mundo 1950-2000 (en porcentajes)


1950

1970

1980

1992

2000

Países industrializados

64.1

53.4

48.6

48.9

49.1

China

3.3

4.8

6.4

10.0

13.5

Japón

3.1

7.8

8.5

8.0

7.0

América Latina

5.6

6.2

7.7

8.3

8.0

Otros

23.9

27.8

28.8

24.8

22.4

Fuente: Porcentajes calculados a partir de datos en dólares constantes, extraídos de publicaciones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

Los cambios económicos en Asia, particularmente los ocurridos en el este del continente, fueron unos de los acontecimientos más importantes ocurridos en el mundo en la segunda mitad del siglo veinte. Este proceso comenzó en Japón en los años cincuenta, y, durante mucho tiempo, se tomó a esta sociedad como el ejemplo que debían imitar los otros países, ya que se trataba del primer país no occidental que había logrado ejecutar un proceso exitoso de modernización. Sin embargo, este se extendió en la década de los ochenta a los cuatro tigres asiáticos: Hong-Kong, Taiwán, Corea del Sur y Singapur, y, posteriormente, a China continental, Malasia, Tailandia e Indonesia. Por esta razón, el interés por Japón disminuyó y aumentó en compensación el interés por Asia en general. En efecto, todos estos países han mantenido durante varias décadas tasas medias de crecimiento entre 8% y 10%. Conjuntamente, ha tenido lugar una expansión espectacular de comercio, en primer lugar, entre Asia y el resto del mundo, y, en segundo, al interior mismo de Asia. En la actualidad, tanto la segunda como la tercera economía del mundo son asiáticas, y el éxito de la economía china causa asombro y consternación entre los principales comentaristas económicos.

En los años noventa, este desarrollo económico generó un sentimiento de euforia entre muchos observadores que veían a toda la costa del Pacífico unida mediante redes comerciales en constante expansión y a una nueva economía mundial cuyo núcleo dinámico se trasladaba desde el Atlántico hacia el Pacífico. Aquella fue la época en que los expertos en administración de todas las fábricas del mundo decidieron emular las técnicas japonesas de gestión y a criticar fuertemente las americanas. Muchos empresarios peruanos, imitando la nueva moda, construyeron fábricas que emulaban el modelo de administración asiático: por ejemplo, en Iquitos se construyó una fábrica de motos inspirada en estos principios.

Sin embargo, en 1997, la crisis asiática demostró cuán frágiles habían sido estas esperanzas. Los observadores, ante este desencanto, intentaron encontrar las causas del colapso de la otrora maravilla oriental. No tardaron los expertos en identificar que, principalmente, se debió a un conjunto de factores, tales como el subdesarrollo y la poca transparencia de las instituciones financieras, la asignación ineficiente de recursos resultante de las políticas industriales aplicadas, y el obsesivo ?ethos? colectivista de la civilización asiática que le impedía imitar propiamente a las sabias instituciones occidentales. No obstante estas críticas, la fortaleza económica de Asia era mayor de lo que a primera vista se creyó. En efecto, el continente inició, a partir de 1997, un sólido proceso de reestructuración, guiado por dos características básicas. En primer lugar, el papel de economía dominante, antes desempeñado por Japón, se trasladó, pasada la crisis, hacia China continental, país de proporciones gigantescas -a diferencia del primero-, que cuenta con los potenciales humano y económico suficientes como para oponerse, en el largo plazo, a la potencia dominante. En segundo lugar, el comercio exterior de la región comenzó a concentrarse al interior de la misma, con lo cual disminuyó su dependencia del dinamismo económico de los países industrializados. En efecto, el crecimiento de la economía china durante los últimos años ha sido sorprendente, y ha concentrado los principales flujos de inversión extranjera en el mundo.

El sobrio y frío análisis del World Economic Outlook 2004, publicado por el Fondo Monetario Internacional se refiere a este fenómeno en los siguientes términos:

"En los últimos veinte años, después de un largo período de aislamiento, el rol de China en la economía global se ha incrementado drásticamente. Actualmente, una tasa de crecimiento promedio anual mayor al nueve por ciento sitúa a China como la sexta economía más grande del mundo. Por otro lado, el incremento de su participación en el comercio mundial desde menos del uno por ciento hasta cerca del seis por ciento la ubica en el cuarto lugar en el ranking de los países con mayor comercio en el nivel mundial. No solo sus exportaciones han ganado una mayor porción de los mercados internacionales, sino que también la rápida tasa de crecimiento de sus importaciones ha apoyado el fuerte desempeño de las economías vecinas y ha contribuido al reciente dinamismo de los precios mundiales de las materias primas"

El rápido crecimiento de China afectará a todos los países del mundo a través de dos canales: comerciales y financieros. En efecto, el incremento en la oferta china de manufacturas intensivas en mano de obra producirá una fuerte reducción de su precio, en beneficio de aquellos países importadores -y, por consiguiente, en perjuicio de los países exportadores- de los mismos. Además, los países que exportan materias primas, como es el caso del Perú, pueden resultar beneficiados por la expansión china, ya que esta genera un incremento en el precio internacional de estos productos, debido al crecimiento en la demanda mundial.

Por otro lado, la expansión puede perjudicar a todos aquellos países en vías de desarrollo que, al igual que China, poseen una oferta relativamente abundante de trabajo no calificado, pues tendrán que competir con ella en mercados que experimentarán una coyuntura de precios bajos. ¿Quién no ha podido comprobar este fenómeno observando en los anaqueles de las tiendas y supermercados de todo tamaño cuán baratos son los productos "made in China”? Aunque este fenómeno provoca la satisfacción de los consumidores peruanos, también perjudica a las pequeñas empresas que producen artículos similares.

Estos cambios en precios alteran profundamente la composición de la producción y la distribución del ingreso en muchos países. Es decir, mientras que las remuneraciones del trabajo no calificado tenderán a disminuir, los retornos del capital y del trabajo calificado aumentarán. Así, estas tendencias cuestionan las estrategias de desarrollo basadas en la promoción de las exportaciones de bienes intensivos en mano de obra, ya que, en las actuales circunstancias mundiales, colocarían al país que las adopte en competencia directa con China. Sin embargo, con el incremento en los ingresos de las personas, crece también el gusto por la variedad y los productos exclusivos, lo cual podría ser aprovechado por los países para neutralizar las disminuciones en los precios. Por ello, una alternativa viable es rediseñar los productos con el propósito de crear una diferencia que sea compensada por el exigente público de los países desarrollados. La industria textil italiana, por ejemplo, compite exitosamente con China al insistir en el diseño y calidad de sus productos. Así, por ejemplo, en las más suntuosas y elegantes tiendas de Manhattan, se puede apreciar que estas bellas manufacturas se venden a un precio equivalente al del más sofisticado y moderno artefacto electrónico.

COMERCIO EXTERIOR CHINO

IMPORTADOR NETO

EXPORTADOR NETO

Hierro

Plomo

Platino

Magnesio

Cobre

Molibdeno

Níquel

Estaño

Carbón metalúrgico

Zinc

Oro

Aluminio

Fuente: Financial Sense Online(http://www.financialsense.com)

Por otro lado, la emergencia de China puede también afectar a otros países a través de canales financieros. En efecto, algunos países en vías de desarrollo tendrán que competir en el futuro con China para atraer a los flujos internacionales de capitales, y, quizás, experimentar una reducción de los mismos. Por un lado, la cuota de inversión extranjera directa que recibe China puede continuar incrementándose, pero cuando las sus tasas de formación de capital retornen a un nivel normal, esta podría disminuir. Además, las empresas chinas naturalmente tenderán a expandir su portafolio y efectuarán inversiones directas afuera. Así, por ejemplo, en estos últimos años, han llegado inversiones chinas al Perú: Shougang Hierro Perú en Ica, una empresa de exploración de petróleo en Talara, opulentos restaurantes de comida china (chifas), entre otros, e intentos frustrados como la fábrica de confecciones que se pretendió abrir en el puerto de Paita.

Finalmente, la emergencia de China podría generar efectos adicionales que, aunque no fácilmente cuantificables, pueden llegar a cobrar importancia. De este modo, el crecimiento chino afectará los incentivos a la inversión y las tasas de productividad en varios países, reforzando así su impacto directo. Además, el incremento en la participación porcentual de China en la economía mundial y la escasa correlación que muestra esta con otras economías industriales del mundo pueden ayudar a amortiguar las frecuentes ondas cíclicas que afectan a la economía del planeta.

Internacional Monetary Fund. World Economic Outlook. Mayo de 2004, p. 82.