Hace algunos meses, un alto funcionario del Ministerio de Economía y Finanzas, en una reunión universitaria, enumeró, con un tono orgulloso, los estupendos logros económicos de la presente administración. Citaba, con este propósito, las mismas variables usadas por los organismos internacionales de crédito para decidir cuán conveniente es una inversión en un país específico: el índice de producción mensual, que mostraba en ese entonces tasas positivas de crecimiento económico desde hacía 33 meses; el vigoroso crecimiento en las exportaciones y el resultado superavit ario de nuestra balanza comercial; las tasas reducidas de inflación, y la relativa salud de las finanzas públicas con un moderado y manejable déficit fiscal. ¿Qué se podría argumentar ante tan aplastante e irrebatible evidencia estadística sino aplaudir la prudencia de la política económica y comprobar con complacencia que, después de todo, el Perú había descubierto el secreto de la estabilidad económica?
Desde ese entonces, la coyuntura económica no ha experimentado una transformación fundamental, aunque, como lo demuestra el análisis de la última información conocida, con lentitud y pausa, se presentan nuevos e interesantes fenómenos que, ocasionalmente, pasan a ocupar las primeras planas de los diarios de Lima, especialmente en esos días de tedio donde el gobierno no comete ningún error político digno de mención. Se trata de cuestiones que, a diferencia de lo que ocurría en otros tiempos, no anuncian un eminente desastre, sino complicaciones menores de gestión que no alteran la naturaleza básicamente estable de la marcha económica del país, y, por esta razón, no hacen sino reafirmar la solidez de las afirmaciones de este alto funcionario del gobierno. La tasa de inflación impulsada por desarrollos originados en el mercado internacional o el comportamiento del clima, por ejemplo, excedió la meta establecida por el Banco Central y este hecho motivó numerosos comentarios críticos de la prensa, pero éstos se esfumaron cuando, en los meses siguientes, el índice de precios al consumidor experimentó una caída. Después de todo, ¿a quién realmente le interesa que el Banco Central falle por algunas décimas en cumplir su meta anual? Sólo a los comentaristas de la coyuntura económica que intentan resaltar cualquier noticia, ya que procediendo de esta forma sienten que todavía cumplen alguna función en el sistema de prejuicios que forman nuestro espíritu nacional. También, de forma lenta, se ha transformado la estructura del proceso de crecimiento y ha cambiado el dinamismo relativo de los distintos sectores que se beneficien del lento proceso de expansión. Centrada, en un principio, la expansión en las industrias extractivas y en la agricultura, ha devenido lentamente, en un proceso que se apoya en la fundamental, en la expansión de las manufacturas y los servicios. En efecto, como lo demuestran, las últimas cifras publicadas por el INE, la tasa de crecimiento de
Ante esta situación, cabe preguntar si tiene algún futuro el análisis de las cuestiones macroeconómicas y si éste tiene alguna justificación ¿No deberíamos abandonar la macroeconomía y dedicar nuestras energías a otros temas más interesantes y de una mayor relevancia? He considerado, en estos días, muchas alternativas que parecen prometedoras: convertir, por ejemplo, a un amigo en un teólogo del
Pero ¿es esta estabilidad sin promesa una cualidad deseable, una meta a perseguir, especialmente, cuando no contiene ninguna promesa de futuro? Los cementerios, sin duda alguna, son ambiente estables, sin importar la forma como están hechos; los humanos que aún viven perdidos en las selvas amazónicas y que siguen dedicados a la caza y la recolección son también estables. ¿No hubo, algún creyente del Consenso de Washington, en la edad de piedra que tuvo entre sus primeros conversos a estos tercos y singulares miembros de nuestra distinguida especie? En cualquier caso, estas peculiares condiciones parecen estar asociadas con la insatisfacción más profunda, un rechazo tenaz, y una extrema beligerancia de la opinión pública. ¡Qué titánico contraste entre el ánimo profundo del alma y el frío resultado estadístico! No encuentro ninguna respuesta realmente satisfactoria, aunque intuyo que la razón profunda de mi desasosiego tiene que ver con el hecho que se trata de resultados mediocres, propios de sociedades cansadas, satisfechas con sus logros, cuyas costumbres y formas comienzan a mutar, sin previa advertencia, en simple vida inanimada ¿Es este el origen de este desasosiego tan abrasador? Interpretación subjetiva, emocional, o como pueden decir todas aquellas personas demasiado acostumbradas a la forma de percibir el mundo que tienen la computadoras, lírica. En cualquier caso, dejo para otra ocasión el desarrollo de este punto y finalizo justo aquí.