La Visita de los Demonios enredadores
Esta semana el Instituto Nacional de Estadística publicó nueva información estadística que tiende a reafirmar las tendencias de meses precedentes. Aunque el pasado resultaba indispensable, no solo para los economistas sino para el sector empresarial, el análisis, discusión y proyección de estas estadísticas, ya que siempre permitían vislumbrar algún fenómeno interesante; hoy, este ejercicio produce una sensación de discreto desencanto. Con el tiempo, puede haber consolidado, en nuestra economía, cierta clase de equilibrio de bajo nivel. Es decir, una situación que tiende a aplazar la propensión hacia el experimento e innovación ya que, por un lado, no resulta, como en el pasado, suficientemente mala como para invitar a una revisión más o menos drástica de las política macroeconómica ni lo suficiente buena como para crear ese entusiasmo indispensable para un crecimiento vigoroso y que ofrezca alguna esperanza de futuro.
¿Es posible diseñar alguna estrategia que rompa esta estabilidad tan poco satisfactoria para el espíritu nacional o ya, aunque todavía nos hemos enterado, se definió el papel que, en los años, por venir desempeñaremos en la economía mundial? ¿Es esta desconcertante forma de crecer, lenta pero segura, lo que veremos, en los años por venir así hasta agotar el tiempo que nos fuera concedido? Pregunta difícil pero, en mi opinión, absolutamente crucial. ¿Cómo podemos componer las distintas piezas sueltas para volver armar una promesa diferente y que sea capaz de realizar el potencial que todavía pude ofrecer el Perú?
La estructura básica de nuestra economía en el siglo XX fue un producto de las decisiones que tomaron nuestros tatarabuelos, años después de la guerra con Chile, cuando, con gran empeño, se lanzaron, por todas las regiones del Perú, a crear alternativas capaces de reemplazar a la antigua economía basada en el guano y el salitre. Aunque muchos pueden criticar sus decisiones y de hecho nuestros historiadores frecuentemente lo hacen con frecuencia, la verdad es que la propuesta en cierta medida funcionó. En efecto, ¿no fuero, acaso, los primeros treinta anos del siglo XX, cuando evaluamos, sin desmedida pasión, la cuestión los más brillantes no sólo en términos económicos sino culturales? A diferencia, de las naciones, que hoy se mueven con seguridad en esta nueva economía mundial, el Perú parece no haber hecho un balance adecuado del siglo XX y, quizás, por esta razón, todavía no somos capaces de proponer una nueva estrategia de desarrollo. Debo confesar que no le encuentro una convincente explicación de enredo y confusión. Como tengo cierta predisposición las explicaciones mitológicos, me he entretengo imaginando que el Perú, recibió, en los años 80 del pasado siglo, cuando nos convertimos en el País de las ultimas Cosas, la visita de unos demonios enredadores, que encantados por la imponente y extraña geografía, que se abría ante sus ojos, decidieron permanecer por algún tiempo, en nuestro país, con el propósito de robar del alma de sus taciturnos habitantes todo sentimiento de propósito. Hicieron, sin duda alguna, un diligente y eficaz trabajo, ya que, en la actualidad, nos encontramos perdidos en las celdas más oscuras del laberinto donde vive el Minotauro. Aunque me gustaría describir, con lujo de detalles el consumado trabajo sobre el espíritu de los peruanos, de estas traviesas criaturas, retorno para no salir del tema al curso principal de estar argumentación.
Me gustaría comenzar presentando la argumentación de los peruanos que aunque tienen cierta intuición de la situación , se inclinan a pensar que pueden reproducir , con algunas modificaciones, la economía, instituciones y sociedad de inicios del siglo XX ya que , son ellos, los que al menos tienen una propuesta clara y transparente. Creen, en efecto, que el Perú puede, si muestra la suficiente persistencia, mantener su papel como una economía exportadora. Su argumentación se apoya, en nuestros “vastos” y aun no explotados recursos naturales. Proponen, por esta razón, desarrollar las industrias extractivas, recuperar la antigua agricultura de exportación, aprovechar las oportunidades que nos ofrecen el gas, etc. Además, las actuales condiciones que prevalecen, en el mercado mundial refuerza aún más su posición, ya que la emergencia en la economía mundial de los gigantes de Asia, como China, la India, y otros países asiáticos, puede, en futuro producir una clara un movimiento que corte el precio de las manufacturas intensivas en trabajo e incremente el precio en los mercados mundiales el precio de los productos básicos, que son precisamente, los que puede producir una economía exportadora. ¿Es sensato, preguntan y creo que merecen una respuesta, comenzar a producir productos que en el futuro cuyo precio va caer? Después de todo, las dificultades evidentes que tienen nuestros pequeños empresarios, en el mercado interno, para competir en el mercado asiático, no es evidencia clara y concluyente que una apuesta por estos productos no puede sino conducirnos al suicidio. Incluso, si esto no resulta suficiente, podrán en le futuro, reforzar aún más su argumento, cuando termine el acuerdo multifibras y se supriman la cuotas textiles que contienen la captura por parte de Asia del mercado americano, ya que similares dificultades, experimentarán nuestras empresas exportadoras. ¿Debemos, dada este argumento que encuentro contundente, mantenernos, en el mundo, como una simple economía primario exportadora? Dejo, por ahora el tema, no sin prometer, para las próximas semanas presentar las restantes posiciones.